Renovación

Cuando llegué a la congregación en la que actualmente me reuno, llegué buscando una iglesia en la que se orara, cantara y adorara a Dios. Había estado en una congregación bautista, pero practicamente no había oración, muy superficial la oración, y por supuesto, muy superficial la bendición de Dios. Eso sí, unas ofrendas tremendas.

Bueno llegué a esta iglesia y me agradó por que la bendición de Dios se sentía muy fuerte, incluso en cultos normales, algo que en las otras iglesias era solo en campamentos y en congresos, aquí se sentía en cualquier reunión.

Luego, los problemas: chismes, peleas, discusión, y finalmente ruptura.

Bajó el nivel, o eso sentí yo.

Pasó un rato, y la alegría que yo sentía fue mermada por un incidente con una persona muy especial, los celos eran mortales, la decepción y la tristeza embargaron mi ser y todo lo que sentia antes desapareció por este asunto. De ahí en adelante todo fue por encimita, y las bendiciones llegaban muy escasamente.

Me sentia muy mal, después de algún tiempo esto llevo a la ruptura, y luego reconciliación, pero una herida seguía ahí. Luego me casé, y durante un rato fue hermoso, luego, los problemas típicos del matrimonio, discusiones por dinero, por diferencias de costumbres, los insultos a la familia, y todo eso, que resulta típico en un matrimonio recién formado surgieron, haciendo mella en mi relación con Dios.

Siguió ataque tras ataque, asaltos a mi negocio, que lo llevaron a un punto en el que fue necesario cerrarlo, además de los montones de problemas económicos, y la falta de comprensión de la familia, además de vivir unos dos meses «arrimado» (aunque debo decir, mis suegros me tratan muy bien, pero de todas formas no es mi casa), todo eso me sumió en una profunda tristeza, un dolor profundo en mi corazón.

Pero hoy fue diferente, en la semana le pedí a Dios que me hablara, que me dijera las cosas. Lo primero que me dijo: tu eres mi hijo, por eso te reprendo, por que te amo. Eso fue «agradable», pero la tristeza seguía, y no se quitaba, por eso digo que hoy fue diferente. Dios me habló hoy muy profundamente, y durante la dirección de la alabanza siguió hablandome hasta que con un canto, en una frase me sentí identificado: «y no hay brillo y emoción en mis ojos»… eso me llegó al corazón, por que así me sentía. Luego la frase «puedo sentarme a tus pies, y de tus manos beber la plenitud que mi alma necesita» fue refrescante, se me quebró la voz y le di gracias a Dios y el resto del culto me la pase orando y llorando.

Llegó un punto en que la tristeza había desaparecido pero la bendición de Dios era tan fuerte, tan potente, no podía resistirla, postrado hasta el piso mi cuerpo temblaba y vibraba por la presencia de Dios, mis labios no podían articular palabra y todo lo que decía lo decía con la mente, llegó el momento en que solo salían lágrimas de mis ojos, pero no había ya nada en mi nariz, en que la risa surgía de mi boca junto con la alabanza, algo asombroso y maravilloso, en mi restauración clamé a Dios e hice un par de pactos con Él, ahora me siento con nuevas fuerzas y creo que Dios está conmigo y como es fiel a sus promesas y cumple su palabra, así será y le doy muchas gracias.

Este es un testimonio que puedo dar para todos aquellos lectores de este mi blog, si tu te sientes en una situación similar, te invito a que me escribas para que te platique de este Dios tan grande, tan lleno de amor, que no cabe su amor en tí, tan poderoso que tu cuerpo no puede resistir y tiene que ceder y tiemba y vibra por el poder de Dios.

No esperes más, Dios te está esperando y quiere hablar contigo.

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